Tu voz.

Sube a la montaña
mira al horizonte y grita
grita grita grita
y que el eco de tu voz
mueva la tierra
haga subir la marea
ruborice los ríos
deshoje los bosques
atormente los volcanes
enmudezca al universo…
y que comience la tormenta

que tu voz no calle nunca
sea firme como el acero
sea clara como el agua
pura como el recién nacido
contundente como el rayo…

sube a lo alto de la montaña
y transforma el eco de tu voz
en lo que eres tú, en ti
y que tu voz no muera nunca.

Viudas.

Las precoces disyuntivas
acontecen la ironía enlutada
de aquellas viudas mudas
que deshuesadas vagan
por el campo yermo
de la desesperación.

Y ante tal agravio sombrío
aparece un gentil degollador
proponiendo muerte y dolor
vendiendo humo y sudor.

El rugir del viento suena a letanía
de las viudas labriegas
que se agarran insoldables
al amanecer de un nuevo día
que jamás resucitará.

Esta naciendo la rancia noche
como colofón al desgaste
de los cerebros polutos
a los que no pudieron libar.