Cada día que pasa, a la hora del café
recojo la taza y sin saber por qué,
miro a los lados y dos sillas vacías
me recuerdan desnudas,
que sigo teniendo las mismas dudas
que aquel día que marché.
Cada día que pasa y a la misma hora
sentado en el vacío que da el ahora,
recuerdo aquel dia que dejé de ser
aquella sonrisa caprichosa y sonora
que un día me dejó caer,
a aquel precipicio que nunca quise ver.
Y ahora recojo aquello que planté
un fruto amargo que nunca deseé,
intento escaparme de ese lugar
pero un suspiro me vuelve a traer,
aunque ya no siento este mi hogar
ni esas ganas de querer brillar.
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