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sábado, 28 de noviembre de 2020

Hay eternos y desmemoriados,
los hay también, cortitos,
rápidos e infinitos, tan airados,
tan enormes como chiquititos.
Todos vienen del bombeo
del cristalino tic tac punzante,
que en ocasiones tan feo
es siempre redundante.
Unos hermosos y verdaderos
otros el tiempo los desmiente,
los hay precocinados y caseros
y todos pasan por la mente.
Los dulces te adormecen
los salados nacen tristes,
pero seguro todos obedecen
a las almas que desvistes.
Es el acento de tu piel
un susurro atronador,
convirtiendo en miel
un destello cegador.
De tus senos esas dunas
con oasis y palmeras,
nacen siempre oportunas
las caricias venideras.
Son tus ojos recovecos
que guardan los secretos,
de aquellos suaves ecos
que se repiten tan coquetos.
Eres tú, ninfa de mis anhelos,
quimera de los infiernos,
culpable de tantos consuelos,
musa de los poetas eternos.
Sé que nunca acepté las reglas del juego,
que siempre me salí del rebaño,
e incluso donde dije digo, dije Diego
y cambie siempre el amor por el daño.
Adaptarse no fue nunca sincera virtud
más preferí siempre andar por el arcén,
hice de mi cama un astillado ataúd
y de mi camino, aquel viejo andén.
Pero una cosa si es bien cierta,
cierto es que aún me hallo sobreviviente,
pues donde veas una puerta abierta
pon siempre tu alma resiliente.
Ahí radica el verdadero secreto
del porque late aún mi corazón,
pues nunca dejé mi espíritu quieto,
ni su sentir, sin una bella razón.
Turbulento mar de azahares
azota con su fragancia
la distancia entre dos hogares,
que se añoran en su distancia.
Todos están en ese lugar
que por defecto les pertenece,
mientras sienten que su hogar
es el sitio donde se crece.
Esos azahares ahora floridos
recuerdan en su olor furtivo,
a los que en su día dolidos
recuperaron su espíritu cautivo.
Y allá que fueron a recibir
a sus hermanos de correrías,
buscando con ahínco el vivir
entre dos hogares y mil alegrías.
-Apolonia-


Cuando el ego forma parte de una disyuntiva,
propiamente tuya,
en ti convergen dos acciones,
cual oxímoron:
-La feliz tristeza,
esa que enseñas al mundo,
que distraído te la aplaude.
-La tristeza feliz,
esa que ahoga tu espíritu
y tienes injustamente prisionera.
Las dos,
son apariencias que tapan un dolor atronador,
el cual,
te lleva a vivír en ese mundo empírico,
donde todo,
se enmarca en una imagen distópica.
Y cual fiel pleonasmo,
aquel dolor dolorido,
esconde el agazapado disparate
de querer ser lo que nunca podrás ser.
La mordacidad, a veces tosca,
a veces, -las más-, lírica,
en cualquier caso mordacidad;
no apta para egos voluptuosos
de los que andan de juez y parte
y que, como no, con gran arte,
se desvalijan sin cansarse.
No obstante la mordacidad
es sin duda, interpretativa,
y aun cuando es repetitiva
solo lleva una dirección,
aún se empeñen los diestros en derecho
en darle reinterpretación.
La mordacidad en la pluma hoy,
es un reflejo de lo que el corto de miras,
es incapaz de descifrar,
y al no entender, siempre arranca a ladrar.
De jueces el mundo está lleno,
pero de mordaces se escasea
y si es por falta de cultura, que sea,
la más aberrante de la tristeza
no saber en la destreza,
que el juez necesita oposición
y el mordaz lo es por decisión.

 II

Llamamos azar
a no dejar de buscar,
el azar no se busca
debes dejarlo llegar.
Buscas y encuentras
pero algo sale mal
y culpas al otro,
¡como te vas a culpar!.
Dejamos huellas
en las heridas
que son tan sufridas
que duelen al respirar.
Ahora que exhalas
sin abrir las alas
piensas que vas a llegar.
Y cuando a ras de suelo
pierdes el vuelo
te quejas de los demás.
Si no te amas
no culpes a nadie
de que no puedas
cubrir tu necesidad.
Buscamos querernos
dejando querernos
por uno más
y a esa mierda
llamamos azar.
I
Un día olvidaste
que de niño podías gritar
y desde entonces
aquello que no haces
no lo puedes recuperar.
Con maldad la vida
te enseñó a amar
de una manera
forzada que duele a rabiar.
Sin saber que quererte
no depende de los demás,
dejaste tu suerte
al mal llamado azar.
No te amas si no te aman
y eso te va a secuestrar,
maldito el día
que creciste sin escapar,
de esos prejuicios
que nos dejan el alma
sola y sucia de dualidad.
Y entre el tú y no quiero
surge hiriente la ambigüedad
de siempre mentir al decir
que ahora no quieres amar.
Si siempre pones el hombro,
acabará seguramente dislocado
y al momento del desescombro
siempre mirarán a otro lado.
Ay! de aquel que es pañuelo,
que recoge siempre callado
las lágrimas del desconsuelo.
Más si esa es su esencia
debe reordenar su prioridad,
dejando de ser presencia
en el lamento de los demás.
Y si no lo puedes remediar
porque así es tu corazón,
recuerda que al ayudar
construyes tu propia prisión.
Que dulce amanecer
lleno de oleaje y coral,
que casi sin pretender
fue una ofrenda floral.
Era tu sonrisa luminosa el sol,
tus senos nubes de azahar,
tu suspiro un dulce si bemol
y tú tacto como olas en el mar.
Me dejaba llevar sin resistencia
por tus poros de suave seda
y en esa gran reminiscencia,
intuí tu dulce fragancia a canela.
Inventamos aquel amanecer
de sudores apasionados,
en el que pudimos florecer
como amantes apresurados.
Preferimos la casualidad,
siempre es mejor saber
donde está la oportunidad,
a entender que nos va a doler.
El mundo y sus pantomimas
de amor que no es amor
si no duele tanto y lo mimas
y mejor confundirlo con dolor.
Te traen la inalcanzable luna
y prefieres la piedra embarrada,
pues en tu amor no existe cuna
donde la luna quede acostada.
Y el que lanza siempre su corazón,
se estrella con la mente devoradora
de la que desea con gran clamor,
que el amor sea un arma destructora.

 

❤️ Tus latidos ❤️


Cuando emprendas la partida, recuerda siempre que el equipaje,
debe ser liviano,
por mochila lleva el corazón
y dentro de ella,
tan solo tus latidos.
Nunca olvides regalar uno de ellos a todos los que te cruces en tu camino
y al despedirte,
siempre brindales una sonrisa.
Cuando llegues a tu destino,
solo cerciórate que tú mochila siga pesando lo mismo que cuando partiste
y al entender que este ya es tu final,
ábrela y deja que ellos
-tus latidos-
resuenen en todos los recovecos del lugar,
así,
todos sabrán que has llegado.
La certeza tan incierta
se deshizo en retales
al ver la incertidumbre
de sus besos banales.
Tal fue el despropósito
de aquel trágico eco,
que dejó casi mudo
el sonido de su hueco.
Quiso ser primavera
amorosa y soleada
y encontró en ella
una luz despoblada.
Ahora ya llueven hierros
desde horizontes perdidos
y dejan los destierros
vagamente prendidos.
Cuando espero
la calma se me enoja
y es que tal necesidad,
no es de nada floja.
Me rasgo las vestiduras
mientras sangro suspiros
sabiendo que en las duras,
mis latidos son tiros.
Que por pedir sea poco
tan solo pedir amor
y en este mundo loco,
no existe beso sanador.
Más añoro esa caricia
de sinceridad cargada,
bendita gran delicia
si es a la vez delicada.
Y este es mi cruel secreto,
pues que me quieran deseo
y el querer se queda quieto
a la par que yo me abofeteo.

Busque ser hombre,
cuando yo,
ya era un Hombre,
dejé de querer ser hombre,
cuando entendí que yo,
ya era un Hombre.

Cuando no medí la hombría
por las conquistas a golpe de falaz palabra,
cuando supe que la hombría
se mide por el corazón
que pones tan dulcemente en regalar tu alegría,
aunque ahí, no haya conquista.
Entonces fue cuando supe que de Hombre,
yo, ya tenía.
Para muchos seras un loco,
para otros quizá sensible,
pero lo que en realidad eres
es un luchador de lo imposible.
Te juzgarán con sus demonios
que querrán hacer tuyos,
pero lo que en realidad quieren
es que no les muerdan los murmullos.
Que no te duela ningún rechazo
más tú no eres el rechazado,
si no el que lanzó el flechazo
a un corazón acorazado.
Muchos te verán raro,
encontrarán tus defectos
que ya fueron puestos
por sus ojos imperfectos.
Estoy harto, cansado de juzgarme,
de ser parte y sentenciarme
de ser mi propio juez,
de ser jurado y condenarme.
Estoy harto, agotado de quejarme
construyendo mi prisión,
de ser mi propio carcelero
de no zanjar mi sumisión.
Y es que estoy hasta la polla
de arrastrarme sin medida
buscando el corazón
que se desviva por mi vida.
Mientras tanto el mío late
expulsa sangre a borbotones
despintando ese color mate
que me llena de borrones.
Estoy cansado de cansarme
sin sentido y en consecuencia,
pues ya toca abrazarme
y amarme sin resistencia. 
Ya nada espero
aunque tanto deseo,
que de tanto desear
ya nada quiero.
Y queriendo lo que espero
deseo esperar lo que quiero
y en el esperar muero
deseando lo que deseo.
Deseare querer lo que espero
y si no llega lo que quiero
sabre que nada espero
pues ya no lo deseo.
Maldita tragedia griega
aquella que te ciega,
siendo siempre el testigo
de cómo te comen el ombligo.
Y a esa luna enamorada
siempre tan enganchada
al sol dorado y caliente
que abraza mientras miente.
Que historia paradójica,
tan carente de lógica
y sé que suena redundante,
desmesurada y fulgurante.
Pues esquilmado está el amor
tan pequeñito y adulador,
que ni se acuerda de saber
desde donde ha de crecer.
Quiero y no puedo
cuando puedo, no quiero
y cuál paradoja inmortal,
si lo deseo muero.
Y si querer es poder,
¿si puedo, debo querer?
y al poder querer
¿acaso me hará crecer?
Ayer que quise no pude
hoy que puedo, ¿quiero?,
si hay poder con esmero
¿habrá un quiero que dude?
Ni quiero, ni puedo
ni puedo, ni quiero
más si quisiera querer
¿acaso podría poder?.