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martes, 24 de febrero de 2015

Cada día amanece, nos despertamos, salimos al mundo sin saber que nos deparara el nuevo día, dispuestos a enfrentarnos a él de la mejor forma posible, de la forma que sabemos y que hemos aprendido, luchamos, caemos, nos levantamos y sobre todo no paramos de respirar, que bonito poder respirar, poder equivocarse, poder pedir perdón, reconocer nuestros errores, que bonito poder vivir de esa manera porque eso y nada más que eso es la vida, te enfrentas a los miedos los vences y te vencen, cada situación es una nueva oportunidad para volver a enfrentarte a ellos, los miedos son constantes como constantes son nuestras ganas de vencerlos, unas veces conscientes y otras tantas inconscientemente, pero lo que está claro es que nunca dejamos  de combatirlos, cada día, de cada semana, de cada mes, de cada año, es lo mismo, saltamos al mundo a vivirlo y en ese vivirlo esta nuestra fortaleza, la fuerza de intentar desmesuradamente ampliar nuestra visión de esa vida en la que muchas veces y sin quererlo reducimos la mirada y solo vemos lo que nuestros miedos nos dejan ver y es cuando lo entandamos cuando dejaremos de tener miedo, cuando sepamos que lo que tenemos que hacer es vencer a los monstruos que no nos dejan ver y que siempre serán lobos hasta que dejemos de correr, será entonces cuando transcendamos, cuando nuestra visión del mundo sea tan amplia que podamos deshacernos de los miedos,  enterrarlos y ver la vida desde el prisma más correcto que sin duda es el de creer en uno mismo, tener confianza en sí mismo, no estar asustado por cosas intangibles y hacer de nosotros mismos un ser de grandeza, un ser de corazón valiente donde la palabra miedo desaparezca de nuestro diccionario.

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