Cada día amanece, nos despertamos, salimos al mundo sin
saber que nos deparara el nuevo día, dispuestos a enfrentarnos a él de la mejor
forma posible, de la forma que sabemos y que hemos aprendido, luchamos, caemos,
nos levantamos y sobre todo no paramos de respirar, que bonito poder respirar,
poder equivocarse, poder pedir perdón, reconocer nuestros errores, que bonito
poder vivir de esa manera porque eso y nada más que eso es la vida, te
enfrentas a los miedos los vences y te vencen, cada situación es una nueva
oportunidad para volver a enfrentarte a ellos, los miedos son constantes como
constantes son nuestras ganas de vencerlos, unas veces conscientes y otras
tantas inconscientemente, pero lo que está claro es que nunca dejamos de combatirlos, cada día, de cada semana, de
cada mes, de cada año, es lo mismo, saltamos al mundo a vivirlo y en ese
vivirlo esta nuestra fortaleza, la fuerza de intentar desmesuradamente ampliar
nuestra visión de esa vida en la que muchas veces y sin quererlo reducimos la
mirada y solo vemos lo que nuestros miedos nos dejan ver y es cuando lo
entandamos cuando dejaremos de tener miedo, cuando sepamos que lo que tenemos
que hacer es vencer a los monstruos que no nos dejan ver y que siempre serán
lobos hasta que dejemos de correr, será entonces cuando transcendamos, cuando
nuestra visión del mundo sea tan amplia que podamos deshacernos de los miedos, enterrarlos y ver la vida desde el prisma más
correcto que sin duda es el de creer en uno mismo, tener confianza en sí mismo,
no estar asustado por cosas intangibles y hacer de nosotros mismos un ser de
grandeza, un ser de corazón valiente donde la palabra miedo desaparezca de
nuestro diccionario.
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