El inminente nacimiento de la mañana
me recompensa con dádiva juventud
invitando al sol a entrar por la ventana
llenando mi despertar de plenitud
Reiré junto al sol y beberé de las nubes
su néctar de dulce rocío indisoluble
sabiendo que en la vida bajas o subes
Y que vivirla es prácticamente ineludible
Apuntalare los cimientos de mi castillo
al sonido de una melodía mesiánica
que divagara fiel por el largo pasillo
dejando de lado aquella voz dramática
La brisa acaricia las mejillas sonrojadas
de la niña que presencia aquel cantar
de las hadas tan sensibles y afinadas
que anuncian la mañana sin disimular
Yo erguido, tan firme y disimulado
encuentro una dulce mirada pura
que me ratifica que todo ha comenzado
y que la mañana me brinda su ternura
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