Le puso rejas a sus ojos
y su alma llena de despojos
quiso dejar de respirar,
de sentir y alumbrar.
Más sus latidos resistían,
pues le gritaban a la vida
que de él no se irían
hasta curar su herida.
Y así cayeron los hierros
que forjaron aquellos destierros,
donde en carcelaria habitación
recuperaron su brillante emoción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario