Castillo de arena en cimientos de pena
en sus paredes esculpidas lágrimas de sal
embellecen los pasillos de calma serena
y hacen de la estancia algo tan banal
Allí reposa su alma solitaria y ciega
entre la oscuridad de su turbio pecho
y los alaridos crujientes de ventanas
que incesantemente se juntan con el techo
Por los pasillos divaga Vagabundeante
con ritmo febril y paso octogenario
a pesar de su edad de
viril infante
pasea siempre con su viejo tenebrario
Del castillo hizo su merecida y fría prisión
de su pena su fiel y amada compañera
él que siempre tuvo fina y ligera ilusión,
esperanza vital y estupenda viajera.
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