Vive en estado de pesadumbre, la necesidad como compañera
leal, pues su sentimiento de soledad sentimental aumenta día a día y más
necesidad, mas angustia, todo aquello regado de un macabro miedo, un miedo
visceral que se agranda sin mesura.
Reflexiona en completa oscuridad y sepulcral silencio, como
nunca lo hizo, pues siempre huyo de eso, nunca se dejó visitar por el silencio
y hoy lo dejo pasar y sin preámbulos el silencio le retorció el estómago, ese
silencio le contó con voz susurrante que la verdadera necesidad era la
necesidad de quererse, amarse sin condiciones, de aceptarse con su pasado y su
presente, dejar de culparse, el silencio le hablo con firmeza y crueldad y él
lo entendió, vaya si lo entendió, como no entender algo mientras te retuercen el
estómago, aun así sabiendo que el silencio traía la respuesta acertada siguió
alimentando esa necesidad y dando cobijo al miedo y más dolor todavía más
llanto ensangrentado cuando pensaba que aun sabiendo la respuesta a sus
emociones, todavía luchaban sus impolutos pensamientos, luchaban por no dejar
la que durante tantos años fue su casa.
En aquel duro tiempo que le tocaba pasar comprendió
firmemente que lo único que no debería hacer era dejar de luchar, luchar hasta
la victoria final, que como era normal en su estado, parecía tan lejana.
Claro está que nunca perdió la esperanza, nunca se rindió,
cae y se vuelve a levantar porque él sabía que la lucha que se pierde es la que
se abandona y por eso nunca abandono, nunca abandona, porque sabe que en esta
historia habrá una victoria final.
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