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sábado, 28 de noviembre de 2020

Que dulce amanecer
lleno de oleaje y coral,
que casi sin pretender
fue una ofrenda floral.
Era tu sonrisa luminosa el sol,
tus senos nubes de azahar,
tu suspiro un dulce si bemol
y tú tacto como olas en el mar.
Me dejaba llevar sin resistencia
por tus poros de suave seda
y en esa gran reminiscencia,
intuí tu dulce fragancia a canela.
Inventamos aquel amanecer
de sudores apasionados,
en el que pudimos florecer
como amantes apresurados.

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