Maldita tragedia griega
aquella que te ciega,
siendo siempre el testigo
de cómo te comen el ombligo.
Y a esa luna enamorada
siempre tan enganchada
al sol dorado y caliente
que abraza mientras miente.
Que historia paradójica,
tan carente de lógica
y sé que suena redundante,
desmesurada y fulgurante.
Pues esquilmado está el amor
tan pequeñito y adulador,
que ni se acuerda de saber
desde donde ha de crecer.
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